Jurassic World Rebirth: El rugido de un regreso inesperado
La franquicia de Jurassic Park parecía haber quedado atrapada en el ámbar de las malas secuelas. Tras las decepcionantes Fallen Kingdom (2018) y Dominion (2022), nadie anticipaba que un nuevo intento devolvería la gloria a la saga. Sin embargo, Jurassic World Rebirth, dirigida por Gareth Edwards y escrita por David Koepp, ha logrado lo impensable: traer de vuelta la magia, el asombro y el rugido que la hizo legendaria.

Una historia que ignora lo innecesario
Desde su secuencia inicial, ambientada «17 años atrás», la película borra de un plumazo las tramas enredadas de las entregas anteriores. La acción se traslada rápidamente al presente, donde los dinosaurios en libertad ya no son un tema de alarma global. La mayoría se ha extinguido nuevamente, excepto en un lugar: la ficticia Île Saint Hubert, en el Caribe.
Allí, una corporación farmacéutica ambiciosa busca crear un medicamento revolucionario a partir de sangre de dinosaurio. Para lograrlo, recluta a un equipo élite que incluye a la protagonista Zora Bennett (Scarlett Johansson), exmilitar de mirada firme y decisiones rápidas; Dr. Henry Loomis (Jonathan Bailey), paleontólogo romántico; y Duncan Kincaid (Mahershala Ali), el encantador capitán de barco.
Johansson al mando
Scarlett Johansson entrega una interpretación contenida, casi irónica, que refleja con inteligencia la propia naturaleza de la película: un «trabajo bien pagado» con guiños meta a su salario real en Hollywood. Zora acepta su misión no por pasión, sino por 10 millones de dólares, un detalle que se convierte en chiste interno cuando se revela que Johansson, según rumores, cobró lo mismo por esta entrega.
Su química con Bailey es uno de los grandes aciertos de la película, remitiendo a lo que vimos con Bruce Banner en Avengers: Age of Ultron. Bailey logra hacer entrañable a su personaje con solo unas lágrimas ante la piel de un brontosaurio.
Dino-nostalgia y clásicos bien ejecutados
La dirección de Edwards rinde homenaje a Steven Spielberg con escenas clásicas: el giro lento de cabeza ante un rugido, el guardia de seguridad que subestima a un depredador, y las inconfundibles bolas de fuego que iluminan el cielo tropical.
Los dinosaurios, por fin, tienen su lugar protagónico. No son sólo parte del decorado: son presencias majestuosas que roban escena, desde un Quetzalcoatlus con alas de F-16 hasta tiernos anquilosaurios. La cinta consigue que el espectador vuelva a maravillarse como en 1993.

Humor inteligente y guiños cómplices
Rebirth está consciente de sí misma. El guion introduce bromas sobre el capitalismo desenfrenado, el cinismo corporativo y las secuelas innecesarias. Zora negocia su paga mientras esquiva velociraptores. Mahershala Ali bromea sobre seguros de vida a bordo de su barco. Y sí, hay un poco de publicidad forzada, pero hasta eso se toma con gracia.
Una historia simple, pero efectiva
No hay vueltas de tuerca innecesarias. El equipo debe recolectar sangre de tres especies: una terrestre, una acuática y una voladora. Cada misión ofrece escenas de acción pulidas, con buena dosis de suspenso y efectos especiales que, sin reinventar la rueda, cumplen sobradamente.
Más allá del fan service
El film no está cargado de referencias gratuitas. Aunque hay guiños, están bien colocados. El espectador se siente en territorio conocido, pero no se aburre. Y eso, en una franquicia con siete entregas, es una victoria.
El balance perfecto
Jurassic World Rebirth logra un equilibrio que sus predecesoras no alcanzaron: entretiene sin insultar la inteligencia del espectador. No aspira a ser la película del año, pero podría ser el mejor blockbuster del verano.
Y quizás, como bien dice uno de sus personajes, los dinosaurios no necesitan que los salvemos ni que les demos voz. Solo querían volver a ser las estrellas.
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